Jaime Richart (especial para ARGENPRESS.info)
La imagen y el nivel de la inteligencia humana está mucho más cerca de la estupidez, de la locura o de la necedad que elogia Erasmo de Rotterdam, gracias a las cuales el ser humano, en tanto que miembro de un rebaño, se puede sostener en pie. Es decir, al final la inconsciencia; esto es, la conciencia velada por los sueños y por los monstruos de la razón goyescos. En todo caso, si la inteligencia individual se desarrolla, la colectiva evoluciona muy lentamente y a menudo retrocede.
Que en el hombre, como especie de la diversidad, prima la irracionalidad sobre la Razón; que del binomio aristotélico: “el hombre es un animal racional”, el animal está muy por encima del racional lo prueban multitud de cosas que no vale la pena enumerar ni siquiera a título de ejemplo. Basten sus guerras y sus atrocidades que le hacen distar incluso del acto de la depredación común del resto de las sociedades de los llamados brutos. Baste señalar que Estados Unidos, sus universidades y sus cias, sus pentágonos y sus nasas lo saben todo de este mundo y de los de fuera, y sin embargo no saben nada desde hace años el paradero de Bin Laden: nada menos que autor del paso de la Edad Contemporánea a la Edad Neoliberal.
Pero es que ahora mismo, el desdén de los tres países mayores en población y en contaminación (EEUU, China e India, representados a su vez por sus tres mandatarios que a su vez representan la inteligencia industrial y económica de sus respectivas poblaciones) hacia las medidas propuestas por otros para la reducción de emisiones y aminoramiento de los efectos del cambio climático, pone sobre el tapete hasta qué punto el hombre de hoy, la civilización actual, la inteligencia de los que pilotan la nave Tierra, constituyen una inteligencia colectiva miserable; una inteligencia que en realidad nunca existió cuando tuvo que ponerse a prueba en los momentos más críticos que tuvo que vivir la humanidad. La suma de las inteligencias individuales no determina en absoluto la inteligencia colectiva.
Es sabido que la inteligencia de grupo se sitúa por definición a la altura del más corto, del más rudo, del más inconsciente y del más hablador. Esto significa que la inteligencia más razonable de los dirigentes de los países voluntariosos, habida cuenta el despropósito medioambiental que a lo largo de un siglo se ha causado a sí misma la humanidad, tiene que ceder y retirarse en Copenhague ante la soberbia de tres líderes y tres países que representan en conjunto a un tercio de la humanidad.
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